Punks, metaleros, hip hoperos, otakus, qué confusión. Pero igual es entretenido que exista diversidad en cuanto a formas de vestir y pensar.
La juventud como fenómeno sociológico es un hecho reciente. Antes de los años 50 los jóvenes no se diferenciaban de los viejos, sino que se vestían igual y hacían más o menos las mismas cosas.
Fue con la irrupción de James Dean en la pantalla grande que esta situación empezó a cambiar. El espíritu irreverente y anárquico que personificara en “Rebelde sin causa”, la famosa película de Nicholas Ray, dictó la pauta de lo que sería el comienzo de la diferenciación juvenil. Aislados e incomprendidos, los protagonistas del filme buscan dar remedio a su apatía entre sus compañeros de generación. El look de Dean comienza a ser tomado como referente desde entonces.
En los años siguientes los jóvenes pasaron a adoptar una vestimenta y normas de comportamiento que los distinguían como grupo social. Se popularizan los jeans, las faldas se contraen, los hombres se dejan crecer el pelo y las mujeres se lo cortan, y todo lo que va dirigido a la juventud tiene un diseño diferente.
A su vez los jóvenes empiezan a agruparse según sus gustos e intereses. Aparecen los hippies, los motociclistas, los rockeros, los que siguen la onda disco, más tarde los punks, los breakdancers, etc, y ese escenario sigue evolucionando a tal punto que hoy se ha vuelto casi incomprensible. Dentro de cada grupo hay una amplia gama de sub clasificaciones que parece ir en aumento. Son las llamadas “tribus urbanas”.